Director:
Julián Plana

Colaboradores:
Véase Página de Firmas

Producción:
Tarsis.net
La originalidad y la intención de Ortega no están en la primera parte de la frase, la anterior a la coma, sino en la posterior a esa coma.
De hecho, yo soy yo y mi circunstancia, que es una referencia al Ideen de Husserl, publicado meses antes (Ich bin ich und meine Umwelt), puede ser una sentencia disculpatoria: yo soy yo pero, claro, está también mi circunstancia...
Sin embargo, la frase completa de nuestro pensador nos obliga a la acción y nos hace responsables del resultado.
LIBROS ESPECIALES

UNA EXTRAÑA CRONOVELA …

…del Madrid de la postguerra

 

Leo los bestsellers, de ficción o de no-ficción; considero que así como “algo tiene el agua cuando la bendicen”, algo encierran Sagan, Dawson o John Le Carré, cuando millones de lectores los aprecian. Y no suelen defraudarme.

Suponía, pues, que tarde o más tarde –debido a la acumulación de lecturas pendientes en mis estantes y tablets– leería Los niños que perdimos la guerra, el tan conocido y vendido título de Luis Garrido.

Al fin y al cabo, aunque sólo lo hubieran comprado lectores que hubieran perdido la guerra cuando niños, yo compartía este motivo. Incluso existió una foto mía muy parecida a la del niño de la portada, que Justa y su novio Ricardo (Justa era la “chica” que me sacaba a pasear por la Rambla y los jardines cercanos) pagaron de su bolsillo a un fotógrafo callejero de los de enorme cajón con largo brazo; y accesorios de caracterización, tales como los de pequeño miliciano.

Pensaron sorprender a mis padres. Y claro que les sorprendieron, pero la foto no fue destruida en el momento; se traspapeló y la encontré yo en los primeros cuarenta. Entonces sí que fue convertida por mi madre, a una pasmosa rapidez, en restos diminutos.

Los niños justificó su lectura y provocó la de su aparente secuela Un extraño vagabundo… …en el Madrid de la postguerra.

Así ha sido cómo he conocido a un formidable cronovelista español.

Llamo cronovela, naturalmente, a la fusión de crónica y novela. Si se me escapara el nombre de algún cronovelista sería el de Pérez Galdós (léase Miau, o su adaptación al teatro por Alfredo Mañas (que fue llevada a la escena por Manuel Canseco; con un magnífico Luis Escobar en el papel de Dios, que todo lo puede excepto ser recibido por un ministro español de la Restauración).

¿Cervantes? El Quijote es una magnífica novela, posiblemente la mejor de la literatura mundial, si se me permite barrer para casa. Es acerca de un fabuloso jugador de rol; del rol aprendido hasta la enajenación en los “libros de caballería”; y ello ocurre en un tiempo y en un lugar, perfectamente marcados.

La cronovela es de un tiempo y de un país.

Nuestra novelería picaresca se acerca más al concepto. Pero otros intentos notables se han quedado en la crónica anovelada, o la novela costumbrista o simplemente de época. Obras grandiosas en muchas ocasiones (Clarín, Cela, Valle), pero no exactamente cronovelas.

Ciñéndome al Extraño vagabundo, diré que me he encontrado con una obra asombrosamente animada. No por incluir “la busca”, como también Los niños, es preciso evocar a Baroja, como a juzgar por las solapas de sus libros ha hecho la crítica con Luis Garrido.

El arranque me recuerda más al de Remordimiento, de Ernst Lubitch, una fastuosa cronovela cinematográfica; también de una postguerra, por cierto. El título original era Canción de cuna interrumpida. Pueden verse sus dos primeros minutos, los del arranque, con subtítulos en castellano, en: http://www.youtube.com/watch?v=84WxGnM1f0g

En general, no sé como una obra tan “madrileña” como la de Garrido me recuerda por su construcción, más que a La Colmena o Divinas Palabras, a la novela centroeuropea de entreguerras; el Lajos Zilahy de Las armas miran atrás, por ejemplo.

Me refiero especialmente al Extraño Vagabundo… en el Madrid de la Postguerra, cronovela ejemplar que debo recomendar entusiásticamente a mis cuatro lectores.

JP

 

Pídalo por su ISBN: 978-84-9736-312-9

 

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