Director:
Julián Plana

Colaboradores:
Véase Página de Firmas

Producción:
Tarsis.net
La originalidad y la intención de Ortega no están en la primera parte de la frase, la anterior a la coma, sino en la posterior a esa coma.
De hecho, yo soy yo y mi circunstancia, que es una referencia al Ideen de Husserl, publicado meses antes (Ich bin ich und meine Umwelt), puede ser una sentencia disculpatoria: yo soy yo pero, claro, está también mi circunstancia...
Sin embargo, la frase completa de nuestro pensador nos obliga a la acción y nos hace responsables del resultado.
Retrovisiones

Siete sabios en el templo de Apolo

Para Joaquín Herrero, clara excepción a la "Regla de Bias-Ortega ", en su cumpledecenios.

Nos dice la Leyenda, tantas veces más certera que la atribulada Historia, que…

Por esta Vía Sacra de Delfos, en las estribaciones sur del monte Parnaso, en Fócida, hace más de dos mil quinientos años que progresan  trabajosamente siete hombres tenidos por muy sabios, ya de edad avanzada, procedentes de diferentes ciudades-estado de Grecia. Les acompaña el camarlengo del templo de Apolo, que les ha recibido ceremoniosamente en el puerto de Cirra.

Uno de ellos es Periandro, el segundo tirano de Corinto, que ha diseñado una depresión a lo largo del istmo, de modo que los barcos puedan ser deslizados, tirando de ellos, y así evitar rodear el Peloponeso; las tasas obtenidas le han  permitido abolir los impuestos.

También Cleóbulo, hijo de Evágoras, aquel hombre fornido, es el tirano de Lindos, en la isla de Rodas. Pide repetidamente a su pueblo que nunca transija con las posibles injusticias de sus subordinados.

Y aquél, quizá más barbado que los otros, es Solón, hijo de Execestides, un importante hombre de negocios y poeta. Es uno de los arcontes de Atenas, a pesar de haber nacido en Salamina. Ha renunciado a ser elegido tirano de los atenienses porque, aunque pueda ser bueno ahora, es algo que no tiene salida.

Quilón, hijo de Damageto, el espartano, hombre enjuto, es uno de los que se mantiene en silencio; aunque es el que menos necesita el aliento para la subida de pronunciado desnivel, entre los templetes de los Tesoros.

Tales, aquel incesante conversador jadeante, ha venido de Mileto, en el país de los jonios; allí sorprende oponiéndose a la explicación tradicional del origen de las cosas en las aventuras de los dioses. Diremos que es el primer filósofo y el padre de la ciencia.

Pítaco, hijo de Hirradio, uno de los más ancianos, al menos en apariencia, gobernó en Mitilene, en Lesbos, junto a Mirsilo, apoyándose en el pueblo llano más que en la nobleza.

El silencioso séptimo es Bías (o Biante), el concienzudo legislador de Priene; se dice que da más importancia a las leyes que a los hombres.

Pasan junto al casi subterráneo donde la Pitia Femónoe, sentada en el trípode profético, mastica laurel, respira las emanaciones que se filtran por una chasma desde las entrañas de la tierra sagrada y responde a quienes vienen, a veces desde muy lejos, con enigmáticas predicciones, que sus ayudantes proclaman en hexámetros. A ellos aquello no parece interesarles y siguen hasta el omfalos. ¡Buen lugar para descansar de la subida, el centro, el ombligo, del mundo!

Como niños, rodean sonrientes el pequeño monolito, con sus cambiantes adornos textiles, erigido en el lugar donde se reunieron las dos águilas puestas a volar por Zeus desde ambos extremos del universo.

Reanudada la ascensión, llegan por fin al pronaos, el pórtico del nuevo templo. Allí el sacerdote, elegido como los otros por el mismo Apolo en forma de delfín entre los marineros de Creta, les explica no sin sonrojo el propósito hasta ahora oculto de su invitación.

En los muros del pronaos hay espacios para que cada uno de los ellos dicte a las futuras generaciones lo esencial de su sabiduría. Les pide a cada uno una frase primordial; lo imprescindible de sus reflexiones sobre el sentido de la vida y la convivencia.

 Los siete se miran entre sí. Es el hasta entonces silencioso Quilón el que pronuncia clara y lentamente y luego escribe nerviosamente en una tablilla Hombre, conócete a ti mismo y así conocerás a los demás, a los dioses y todo cuanto hay en el universo. El clérigo negocia la brevedad del apotegma, que ha de ser grabado y mirado desde abajo; y así resulta  CONÓCETE A TI MISMO

 

 

Periandro musita: Es el estudio el que todo lo abarca. Como parece contradictorio respecto a lo dicho por el espartano, su vecino en la península, se decide por expresar un sencillo y oportunista EL DESCANSO ES BUENO.

Dice Cleóbulo: LA MODERACIÓN ES LO ÓPTIMO.

Solón precisa: NADA EN DEMASÍA. Tampoco el descanso ni la moderación en demasía, parece insinuar.

Tales se apasiona y propone: RECUERDA A TUS AMIGOS.

El anciano Pítaco, que ya se ha recuperado de la caminata, dice: ELIGE EL MEJOR MOMENTO.

Todas las miradas convergen ahora en Bías de Priene, que parece haberse apartado algo del grupo.

Es tu turno, Bías, hijo de Teutamides, le animan. Tus palabras nos han iluminado muchas veces. Habla a los siglos venideros, desde este lugar sagrado. Eres el único en todo el ámbito de la Anfictionía que merece realmente ser llamado sabio. ¡Toma la tablilla!

Como permanece en silencio, le recuerdan algunas de sus máximas: Se lento para empezar, pero enérgico para continuar. Se decente en tus silencios. Cuando joven, dedícate a la acción; y viejo, conságrate a la sabiduría.

Tras un momento que parece interminable, Bías toma, nervioso, la tablilla y el punzón; inscribe unas palabras; lo pasa al sacerdote. Éste lo considera para sí y mira preocupado al resto del grupo.

Delfos, todo el Parnaso, los olivares regalo de Atenea, algo más lejos el mar del envidioso y siempre vigilante Poseidón, el enorme aunque no infinito universo alrededor del omfalos, los dioses mismos y sobre todo las diosas, son los que parecen estar ahora en un silencio expectante.

Por fin, el hombre del templo lo comparte, remiso, con los demás.

Lee, trastornada la voz: LA MAYORÍA DE LOS HUMANOS ES  MALA.

 

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Pasan siglos y épocas históricas. En 1905 un joven español, ya doctor en filosofía, escribe a su padre, académico de la lengua y eminente periodista, desde Leipzig, donde está ampliando sus estudios. Lo hace con mucha frecuencia, compartiendo con él, más que sus observaciones acerca de aquella Sajonia y su vida y su trabajo allí, sus reflexiones sobre la patria en perspectiva:

…Ya ha pasado para mí la edad en que se tiene el ánimo suficientemente abierto y confiado para trabar amistades hondas… …En nuestra tierra es muy difícil tropezar con hombres buenos.

Firma sus cartas: Pepe.

Y es, efectivamente, el Maestro cuya clase -como dijo un estudiante al despedirlo al borde de su sepultura, en 1955- ha empezado: José Ortega y Gasset.

 

JP

 

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